Dos realidades emblemáticas de Medellín, Colombia, se entrecruzan domingo tras domingo al transitar hacia el medio día por las calles céntricas de dicha ciudad: Danny y el parque Bolívar. Si eres gay, si te gusta el arte o si aprecias las manifestaciones culturales realmente autóctonas no puedes pasar por Medellín sin de ir a la retreta de la banda municipal y luego, al performance de Dany, la travesti más creativa y transgresora de la escena “paisa” (…)
Dany no es eso que tradicionalmente llaman una lideresa trans, pero si se puede hablar de liderazgo LGTB antioqueño, León Zuleta (asesinado por grupos paramilitares de limpieza social) y Dany se dan la mano… Bueno a la Dany no la invitan a esas reuniones, tal vez porque es demasiado directa, políticamente incorrecta, trans, terriblemente independiente y sobre todo, porque no ha ido a la universidad; es decir, no tiene el reconocimiento oficial para “pensar” y expresar.
Basta con hacerse presente en una de sus puestas en escena para darse cuenta que la vida de las más oprimidas, como ella, no está exenta de discriminaciones, vulneraciones, aislamiento, separación social, violencia emocional y violencia física, porque a la Dany ya casi le es costumbre ser víctima de las palizas y vituperios de los agentes del orden y los responsables de la moral pública.
Sus vecinos del episcopado, que volvieron el seminario un centro comercial, la consideran peligrosa al igual que algunos agentes de la policía y habitantes de la calle que no soportan la admiración que ella inspira o que se sienten aliados de los/as defensoras/es de la moral y las buenas costumbres, como también los son los grupos paramilitares de limpieza social que han golpeado a sus sobrinos y amenazado de muerte, a ella misma.
La Danny con sus algo más de 24 años de trayectoria teatral ya es un patrimonio material vivo de la ciudad y sus performances hacen parte de la cultura inmaterial, eso sí perpetuada en imágenes por miles de cámaras fotográficas y de video, una leyenda viva que puede desaparecer si la Policía, la Fiscalía y la Unidad Permanente de Derechos Humanos de Medellín no toman cartas en el asunto.
La Dany le decía hace unos días a la periodista Tatiana Cárdenas de “El Mundo” de Medellín, que tiene roto el corazón por una pena de amor, pero igualmente tiene el corazón destrozado porque no logra entender por qué para los violentos no es posible comprender que el arte es como al vida misma.
El temor que siente no ha logrado aminorarla, ella ha decidido continuar con su espectáculo, que según me cuentan tiene funciones los domingos en la noche. La situación le ha hecho revivir las amenazas de años anteriores y al igual que en esos momentos ha traído a colación en sus performances unipersonales a esos personajes que la han hecho todo un personaje local e incluso, internacional, por eso ha afirmado “voy a seguir y si me van a matar, que me maten actuando”.
Bien vale la pena que estando viva, alguna de esas organizaciones LGTB que hay en Antioquia o en otros lugares de Colombia le hagan el reconocimiento que no le hicieron a Zuleta cuando estaba vivo y le den uno de esos premios que sólo le dan a aquellos personajes que tienen cierta representatividad o con los que quieren agraciarse los organizadores de tales eventos.
Que no queden sus palabras al viento, recordemos sus permanentes llamados de atención a ciertos hechos de la política gay y no permitamos que se haga realidad su grito de auxilio “Si me matan por ser homosexual quiero que me velen en el Parque Bolívar en un ataúd blanco, porque ahí es donde nació mi amor por el teatro”. Su pobreza no le da para invertir en el ataúd blanco, confío en que como todo muerto es bueno alguien le premie al menos con ese último deseo, que su ataúd sea blanco y la vistan con uno de los trajes blancos de novia que usa en sus performances, así muera de vieja y no de plomonía.
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